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Tanto David como sus hombres se establecieron allí, y quedaron bajo la protección de Aquis. Cada hombre había llevado a su familia, y David tenía consigo a sus dos esposas, Ajinoán la jezrelita y Abigaíl de Carmel, la viuda de Nabal. En efecto, cuando Saúl se enteró de que David había huido a Gat, dejó de perseguirlo.

David le dijo a Aquis: «Si en verdad cuento con tu favor, te ruego que me concedas algún pueblo en el campo, y allí viviré. No tiene ningún sentido que este tu siervo viva en la capital del reino».

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